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#VozBiotech | La Deep Tech y el sector agroalimentario

Entre las razones que han empujado a Europa a volcarse con la Deep Tech se encuentran acontecimientos inesperados que han puesto en evidencia la fragilidad de algunas redes de abastecimiento vitales.

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Hace poco, AseBio, Fundación Cotec, AESEMI y Secpho solicitaron formalmente al nuevo gobierno la creación de un Alto Comisionado para Tecnologías Estratégicas Profundas. Y hace menos aún, la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, asumía el desafío y anunciaba en el Senado la puesta en marcha de una futura estrategia en este campo, un área de investigación que será crucial si queremos garantizar el desarrollo de nuestro sector y fortalecer nuestro país dentro del panorama internacional. 
 

El momento es más que oportuno, teniendo en cuenta la estrategia europea con el lanzamiento de la plataforma STEP (Strategic Technologies for Europe Platform), y también las iniciativas que están floreciendo en otros países del bloque, como el Plan France 2030, el Deep Tech Future Fund alemán o el Breakthrough Innovation Fund del Reino Unido. Sin duda, un reflejo en nuestro país supondría un fuerte espaldarazo para la industria biotecnológica.
 

Entre las razones que han empujado a Europa a volcarse con la Deep Tech se encuentran acontecimientos inesperados que han puesto en evidencia la fragilidad de algunas redes de abastecimiento vitales. Y también, la peligrosa dependencia que tenemos de terceros países para satisfacer nuestras necesidades más básicas, como la energética, la sanitaria o la de las telecomunicaciones. Pero también la agroalimentaria
La guerra de Ucrania sigue hoy teniendo graves repercusiones en el suministro internacional de grano y la subida de los precios, aunque hay un peligro aún mayor que acecha la producción global de alimentos y para el que no estamos preparados; el cambio climático.

 

En primera línea de batalla 
 

Las tecnologías profundas están llamadas a jugar un papel clave en la lucha medioambiental. Y la industria agroalimentaria debería estar en primera línea de batalla. No sólo porque produce un tercio de las emisiones de gases que generamos al año a nivel mundial y aun así no consigue suministrar todo el volumen de alimentos que ya estamos demandando. Sino porque, además, será la primera damnificada de no tomar cartas en el asunto.
 

La Deep Tech nos está aportando soluciones muy valiosas al menos en tres campos que son de vital importancia para conseguir un rendimiento más eficiente de los recursos que tenemos a nuestro alcance. El más visible quizá sea el de la agricultura de precisión, que se sirve de la inteligencia artificial y la robótica, los macrodatos y el internet de las cosas para mejorar la productividad, optimizando los procesos y el empleo de insumos. Aunque por sí solo, este conjunto de herramientas seguramente se quede corto para alimentar a una población que no va a parar de crecer.

 

Nuevas fuentes de suministro
 

De ahí, que también necesitemos nuevas fuentes de suministro, como los insectos, las algas, la carne de laboratorio o la proteína obtenida por fermentación. Y de nuevo, las tecnologías profundas pueden ayudarnos a conseguirlas y facilitarnos su transformación. Aunque para ello, necesitamos una estrategia explícita y decidida que arranque en la esfera gubernamental y que aglutine también a inversores, centros de investigación y emprendedores. 
 

Sólo de esa manera podremos complementar a la agricultura convencional y llegar hasta donde ésta todavía no consigue hacerlo. La industria de los insectos, por ejemplo, estará lista en pocos años para introducir en el mercado decenas de miles de toneladas a nivel global, principalmente para alimentación animal, aunque no sólo, ya que extiende sus aplicaciones a la agricultura y otros usos bioindustriales. Y ese volumen irá creciendo al mismo ritmo que la tecnología avance. 
 

En este campo concreto, la Deep Tech abre nuevas posibilidades para automatizar y monitorear las condiciones de cría, como la temperatura, la humedad y la composición nutritiva del sustrato que sirve de alimento a los insectos. Nos ayudará a maximizar su crecimiento y reforzar la salud de las larvas para hacer más eficientes las plantas de transformación. Y se utilizará para seleccionar genéticamente a los mejores ejemplares y mejorar su tasa de crecimiento e índice de conversión alimenticia.

 

Optimizar los ciclos de vida
 

Por último, las tecnologías profundas nos ayudarán también a perfeccionar los ciclos de vida de los alimentos y a limitar los desperdicios gracias a una logística y cadenas de suministro inteligentes. Y al aprovechamiento circular de los subproductos y descartes de la industria y los hogares. Porque aquellos avances que consigamos en un campo determinado podrán extrapolarse a otras actividades relacionadas.
 

En definitiva, la Deep Tech es una llave al progreso, una serie de tecnologías complejas que, precisamente por eso mismo, necesita de grandes inversiones para sortear los obstáculos derivados de su desarrollo. Navega entre la incertidumbre y un alto riesgo que no permite garantizar su éxito a la primera. Los resultados no son automáticos y su potencial rendimiento es a menudo voluble y tarda en aflorar. De ahí que la intervención pública o gubernamental sea imprescindible y prioritaria. Porque, además, cuando estas tecnologías dan sus frutos, los primeros que los recogen son los Estados en forma de soberanía estratégica.

Por Adriana Casillas, CEO de Tebrio.