Biotecnología para reducir el riesgo de fracaso del trasplante de riñón y de eventos adversos relacionados con la inmunosupresión
Con motivo del Día Mundial del Riñón entrevistamos a Isabel Portero, fundadora y CEO de Biohope, biotecnológica focalizada en el campo de la medicina de precisión en las áreas de la inmunosupresión y las enfermedades autoinmunes.

Según los datos recogidos por World Kidney Day, el 10% de la población mundial padece enfermedad renal crónica. Un problema de salud pública cada vez más acuciante que ya en 2019 afectaba a más de 850 millones de personas en todo el mundo y que provocó más de 3,1 millones de muertes.
Y es que la enfermedad renal crónica puede llegar a ser mortal si no se recibe el la atención y abordaje adecuados, como demuestra el hecho de que ya es la octava causa de muerte en todo el mundo. La organización sin ánimo de lucro informa de que la presión arterial alta (hipertensión) y la diabetes (segunda causa más frecuente de insuficiencia renal terminal en la mayoría de los países desarrollados) se posicionan como las causas más frecuentes de la enfermedad renal.
La fotografía que observamos en la actualidad nos revela un horizonte poco halagüeño: las proyecciones apuntan a que la enfermedad renal crónica será la quinta causa de muerte a nivel global para el año 2040. El trasplante renal se erige como el tratamiento elegido en los casos de enfermedad renal crónica o enfermedad renal terminal. Las cifras actuales indican que alrededor de 1,5 millones de personas en todo el mundo viven con un trasplante renal, pero el 50% de los trasplantes se pierden en los 10 años posteriores.
Un problema ante el que la biotecnología está ofreciendo respuesta como demuestra el trabajo realizado por Biohope, empresa biotecnológica focalizada en el campo de la medicina de precisión en las áreas de la inmunosupresión y las enfermedades autoinmunes.
Biohope está desarrollando Immunobiogram® (IMBG), un kit para determinar en sangre la sensibilidad del paciente a un panel de los fármacos inmunosupresores más comúnmente utilizados, para así personalizar la terapia inmunosupresora de cada paciente a lo largo de su vida. Y hoy, con motivo del Día Mundial del Riñón, celebrado este 14 de marzo, entrevistamos a su fundadora y CEO, Isabel Portero.
AseBio. Alrededor de 1,5 millones de personas en todo el mundo viven con un trasplante renal. ¿Cuáles son los principales riesgos a los que se enfrentan?
Isabel Portero. La insuficiencia renal terminal es la última etapa de la enfermedad renal crónica, y si no se trata, conduce a la muerte prematura. Aunque puede tratarse con diálisis, el trasplante de riñón es la opción terapéutica preferida en la actualidad debido a que proporciona mayores tasas de supervivencia, una mejoría notable en la calidad de vida de los pacientes y un mayor coste‐efectividad.
Cada año se trasplantan 150.000 órganos sólidos en todo el mundo, de los cuales 100.000 son trasplantes renales. En España, en el 2023 se llevaron a cabo 3.688 trasplantes de riñón.
Los pacientes trasplantados tienen un riesgo persistente de rechazo del órgano debido a una lesión renal inmunomediada. El sistema inmunitario del receptor puede reconocer como extraños los antígenos específicos del donante expresados por el órgano y desarrollar una respuesta inmune contra los mismos, causando daños en el tejido del órgano y pudiendo llevar al fracaso del órgano trasplantado. Adicionalmente, los fármacos inmunosupresores, utilizados para prevenir el rechazo en la medida de lo posible, facilitan la aparición de infecciones y cáncer, dos grandes problemas que también enfrentan estos pacientes.
AseBio. ¿Cuál es la situación actual en términos de inmunosupresión en el área del trasplante renal?
Isabel Portero. Los pacientes receptores de un TR se tratan con una combinación de fármacos inmunosupresores para evitar el riesgo de rechazo del injerto y lograr una mayor supervivencia a largo plazo del órgano trasplantado.
Se estima que alrededor del 30-50% de los pacientes perderán el aloinjerto renal en los siguientes 10 años después del trasplante, con frecuencia debido al rechazo del órgano o a complicaciones asociadas con el uso crónico de fármacos inmunosupresores. La pérdida del órgano condicionaría la vuelta del paciente a diálisis o la necesidad de realizar un nuevo trasplante.
El médico decide un esquema terapéutico que incluye uno o varios inmunosupresores, en el que prevalece como objetivo clínico principal la viabilidad del injerto, es decir, evitar el rechazo. Al mismo tiempo, intentan, en la medida de lo posible, utilizar la menor carga de inmunosupresión (en fármacos y dosis) que permita evitar el rechazo, pero evitando los riesgos de una sobreinmunosupresión.
Los efectos secundarios relacionados con la inmunosupresión también tienen un impacto importante en la salud de los pacientes; las principales causas de muerte de los pacientes son el cáncer (29%), la enfermedad cardiovascular (23%) y la infección (12%), mayoritariamente relacionadas con la inmunosupresión y la inflamación crónica.
A pesar de la alta heterogeneidad demográfica y clínica de los donantes y receptores de un trasplante de riñón, la selección y el ajuste de dosis de los fármacos inmunosupresores es esencialmente empírico. El tratamiento se ajusta a lo largo del seguimiento teniendo en cuenta las concentraciones diana del fármaco en sangre periférica (niveles plasmáticos) y la aparición de efectos secundarios relacionados con la medicación. No obstante, la toxicidad relacionada con el tratamiento inmunosupresor y el rechazo del órgano todavía ocurren dentro de rangos de concentración aceptables.
El ajuste de la terapia inmunosupresora es considerado por los clínicos que realizan el seguimiento de los pacientes trasplantados uno de los aspectos más complejos del tratamiento. Aunque en la práctica clínica se suele utilizar una terapia combinada de inmunosupresores, la actuación que puede realizar el clínico a la hora de modificar el tratamiento se lleva a cabo sobre fármacos individuales y hay pocas claves objetivas o biomarcadores para ayudar al médico a elegir los fármacos sobre los que actuar.
Por estos motivos, la estrategia actual puede conducir en un número considerable de casos a una inmunosupresión insuficiente o una inmunosupresión excesiva.
Hasta ahora no existía una prueba disponible en la práctica clínica que permitiera predecir la respuesta del paciente a cada fármaco inmunosupresor, por lo que dicha información puede complementar la información de que disponen los médicos, facilitándoles la toma de decisiones en la adecuación de la terapia inmunosupresora para cada paciente.
Existe por tanto una necesidad clínica no cubierta de disponer de herramientas que permitan una toma de decisiones más individualizada, en base al perfil de riesgo inmunológico del paciente y a su respuesta al tratamiento inmunosupresor.
AseBio. Habéis desarrollado y validado Immunobiogram®, una prueba clínica que sólo requiere una muestra de sangre para analizar la respuesta de las células inmunes individuales del paciente a diferentes tratamientos de trasplante renal. ¿En qué consiste esta prueba?
Isabel Portero. El Immunobiogram® es una herramienta novel desarrollada por la empresa Biohope Scientific Solutions for Human Health SL para posibilitar la medida in vitro de la respuesta a los inmunosupresores individuales utilizados de forma habitual en el tratamiento del paciente con un trasplante renal.
Consiste en una prueba funcional que predice la respuesta a un tratamiento inmunosupresor midiendo in vitro la actividad metabólica de las PBMCs (células mononucleares de sangre periférica) de pacientes, activadas inmunológicamente, en respuesta a fármacos inmunosupresores.
El Immunobiogram está diseñado para su uso en pacientes tratados o que pueden recibir un tratamiento con los fármacos inmunosupresores testados en el Immunobiogram.
AseBio. ¿Qué beneficios aporta desde el punto de vista del profesional médico la información obtenida a través de Immunobiogram?
Isabel Portero. Los beneficios potenciales de Immunobiogram se basan en la posible disminución de fallos del trasplante por rechazo o de eventos adversos relacionados con la inmunosupresión, gracias un ajuste más individualizado de la medicación inmunosupresora.
AseBio. Desde el punto de vista de los sistemas sanitarios, ¿qué beneficios puede aportarles esta prueba?
Isabel Portero. El uso de Immunobiogram podría generar, en un horizonte temporal de cinco años, ahorros al sistema sanitario vinculados a la disminución de complicaciones del trasplante. Desde una perspectiva social, se podrían producir ganancias en los años de vida ganados y calidad de vida de los pacientes.
Por tanto, el uso de Immunobiogram podría contribuir a una reducción del riesgo de fracaso del trasplante y de los eventos adversos relacionados con la inmunosupresión, con una ganancia en calidad de vida, así como ahorro para el SNS.
Actualmente la técnica ya se está empezando a utilizar en los principales hospitales que realizan trasplante renal en España.