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Revalorizar los descartes alimentarios

#VozBiotech | El desperdicio de comida es uno de los mayores errores que estamos cometiendo, pero la cosa no termina ahí. Desaprovecgando la comida, también malgastamos recursos como el agua o la tierra. Por eso, es necesario encontrar soluciones innovadoras que combatan el desperdicio de alimentos 

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Adriana Casillas, CEO de Tebrio
Acceso a la innovación
Cambio climático
Agroalimentación
Economía circular

El desperdicio de comida es uno de los mayores errores que estamos cometiendo. No sólo desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, que ya es suficientemente grave teniendo en cuenta que, según la ONU, una de cada diez personas en el mundo pasa hambre. Sino también desde una perspectiva medioambiental, puesto que un 9% de las emisiones de gases que cada año contaminan nuestro planeta emergen de esos descartes cuando empiezan a descomponerse. Este último dato lo ofrece el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). 

La cosa no termina ahí, ya que, desaprovechando la comida, también estamos malgastando recursos muy valiosos, como el agua o la tierra. Por no hablar de la ineficiencia energética que todo ello conlleva. O de las pérdidas económicas que supone para el conjunto de la cadena de valor. En definitiva, cuando desaprovechamos alimentos somos deficientes en muchos aspectos y de muchas maneras. Y los costes no se justifican.

Si regresamos de nuevo a Naciones Unidas, veremos que sus expertos llevan más de una década alertando sobre esta situación inexplicable a través de su agencia para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Las cifras que manejan son tan reveladoras como desconcertantes. Cada año, desperdiciamos más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, lo que supone aproximadamente un tercio de aquello que producimos. Ya hemos detallado lo que supone en términos de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero si lo trasladamos al balance económico, la factura representa más de 2.500 millones de euros en pérdidas.

Soluciones

Debemos, por tanto, buscar soluciones reales y a nuestro alcance. Y la primera la tenemos en nuestras manos los propios consumidores, organizando mejor nuestra lista de la compra para adquirir solo aquello que vamos a necesitar. Aunque con eso no basta, ya que un alto porcentaje de lo que desperdiciamos se descarta por razones comerciales, en momentos como el envasado o la distribución.

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*Laboratorio de Tebrio 

Son mercancías perfectamente útiles y válidas desde los puntos de vista nutricional y sanitario, pese a que nunca lleguen al punto de venta. Pues bien, según la EFFPA (European Former Foodstuffs Procesors Asociation), que se encarga de recuperar y transformar de nuevo parte de esos descartes, el 30% de la comida que ellos procesan podría servir de alimento para insectos como el Tenebrio molitor que cría y transforma Tebrio. De modo, que a través de estos coleópteros podemos revalorizar desperdicios alimentarios y convertirlos en proteínas y grasas de origen animal con un alto valor nutricional para introducirlos de nuevo en la cadena alimentaria.

La Comisión Europea estima además que, si en 2030 consiguiéramos incluir en la dieta de los insectos el 50% de los alimentos que no se consumen en la UE, lograríamos reciclar solo en el territorio comunitario más de 65 millones de toneladas de comida. Lo que equivale al volumen de alimento que consumen al año 100.000 personas. Ahora bien, hay un requisito sine qua non; que la harina de insectos resultante no contenga ninguna traza de proteína animal distinta a la que se extrae del propio insecto, algo en lo que la industria ya está trabajando y que espera conseguir gracias a su inversión en I+D+i.

Estaríamos hablando entonces de una importante optimización de recursos tanto desde el prisma agroalimentario, como medioambiental, energético y económico. 

De la granja a la mesa

Todo esto se enmarca además en la estrategia De la Granja a la Mesa que ha diseñado Bruselas para alcanzar alimentos más saludables y sostenibles, y que está enmarcada dentro del Pacto Verde Europeo. De la Granja a la Mesa propone transformar el sistema agroalimentario actual para impactar lo mínimo posible en el medioambiente sin descuidar la calidad de los productos que llegan al consumidor, o incluso mejorándola. Y pretende conseguirlo a través de intervenciones en toda la cadena de valor, desde la producción de alimentos hasta el consumo en los hogares, pasando por la comercialización y distribución.

En este sentido, la industria de los insectos abre un nuevo y prometedor horizonte. En primer lugar, levantando una industria basada en la economía circular, ya que utiliza como materia prima subproductos desechados de otras actividades agroalimentarias, que luego revaloriza en forma de ingredientes de primera calidad. Al mismo tiempo, ofrece nuevos compuestos para piensos animales que reemplazan o suplementan los obtenidos de algunos cultivos insostenibles a gran escala y largo plazo, como la soja. Y finalmente diversifica las fuentes de obtención de proteína para impulsar la autosuficiencia, a la vez que transforma sus propios desechos en un producto biofertilizante para la agricultura orgánica. De modo que completa el círculo, sin dejar residuos y reutilizando lo que a otros les sobra.

En resumen, la eficiencia se mueve en márgenes muy cortos que debemos aprovechar si queremos alcanzar los objetivos propuestos en la Agenda 2030. Quedan sólo siete años. Y con esa idea en mente, deberíamos actuar todos, porque ninguna actividad es ajena a las demás, aunque a primera vista nos lo pueda parecer.

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*Proteína transformada